Buscando respuestas políticas sobre qué hacer con la singularidad tecnológica prevista por Ray Kurzweil, sobre la cual he escrito previamente y que, según los pronósticos, reemplazará por completa la capacidad humana mediante inteligencias artificiales en las próximas décadas generando una debacle económica, social y moral, llegué a la propuesta arqueofuturista del pensador francés Guillaume Faye.
Debo decir que estoy acostumbrado a leer libros políticos y la primera mitad del libro no fue nada fuera de lo esperable, más allá de compartir varias reflexiones ahí vertidas. Sin embargo, es en la segunda mitad donde el autor deslumbra con un relato futurista sobre lo que sería el mundo según su propuesta en la historia en primera persona de un burócrata de los nuevos imperios europeos. Faye hasta se jacta de basar todo su relato en patentes que al día de hoy están adjudicadas, para agregar una dosis de rigurosidad científica.
Entonces, ¿Qué es el arqueofuturismo?
En la mente del autor la catástrofe europea es inevitable. Esto, a la convergencia de crisis económicas, ambientales y sociales. La inmigración masiva, especialmente aquella que trae consigo el Islam, destruirá el tejido social francés. Todo lo anterior es empujado, según el autor, por la ideología del cosmopolitismo individualista, que se creyó con la arrogancia suficiente como para imponerse en todo el mundo.
En palabras del autor: “El retorno de un Islam radical y revanchista es la consecuencia de los excesos del cosmopolitismo de la modernidad, que quiso imponer al mundo entero el modelo del individualismo ateo, el culto de la mercancía, la desespiritualización de los valores y la dictadura del espectáculo.” (Faye, página 37).
El arqueofuturismo entonces, se nos presenta como una propuesta ideológica para reconstruir el mundo una vez las catástrofes lleguen a su desenlace definitivo. Esta propuesta se puede resumir como una vuelta a las raíces para domar los desafíos del presente, la tecnología y la caída de los imperios, en palabras del autor “el mundo de después del caos deberá reorganizar los tejidos sociales según unos principios arcaicos, es decir profundamente humanos. ¿Cuáles son estos principios? La potencia de la célula familiar dotada de una autoridad y de una responsabilidad sobre su prole; la predominancia penal del principio de castigo sobre el de prevención; la subordinación de los derechos a los deberes; el agrupamiento de los individuos en el seno de estructuras comunitarias; la fuerza de las jerarquías sociales de nuevo visibles y la solemnidad de los rituales sociales (función esteticomágica); la rehabilitación del principio aristocrático, es decir de las recompensas para los mejores y los más valerosos (según los tres principios de coraje, de servicio y de talento)” (Faye, página 49).
Un aspecto interesante del perfilamiento del autor es que rechaza la etiqueta de “conservador”, pues siempre le ha parecido un término “desmovilizante”, cuando lo que se necesita en su lugar es una propuesta vigorosa de construcción del mundo nuevo tras la caída del presente, lo cual requiere de movimiento, abrazar el cambio, no la mera conservación.
¿Qué sacar en limpio?
Este es el primer libro que leo con propuestas para hacer frente a los problemas que traerá consigo la tecnología y el intento de las élites actuales por instalar el transhumanismo, y debo decir que es un buen comienzo. En la Derecha abundan lo que yo llamo mercaderes del pesimismo, que nos hablan de la decadencia de occidente, de la degeneración de sus élites, pero poco se habla en materia de propuestas.
Faye nos invita a pensar un futuro diferente. Donde el ser humano es quien domina la técnica y no al revés. Nos invita a dejar el letargo del conservadurismo político que solo nos lleva a una derrota más lenta. Pero también nos invita a cuestionar ciertos dogmas del pensamiento progresista. Como la idea de que el progreso tecnológico trae consigo necesariamente un progreso moral. Las comunidades neotradicionales no estarían, en la hipótesis de un escenario diferente, inferiorizadas o subdesarrolladas. Vivirían según un ritmo de otra civilización, y probablemente mejor que ahora.
Una gran duda que me queda es si este nuevo amanecer debe estar asociado necesariamente al cristianismo o puede ser compatible con otro tipo de pensamiento agnóstico neopagano. Tema que ha sido discutido en ciertos podcast con los intelectuales
y Dr Game defendiendo cada postura. Pero esto es tema para otra columna.Por último, ya que estamos hablando de imaginar futuros: El decrecimiento siempre ha sido una idea asociada a la Izquierda, sin embargo, si llegamos a un punto en el desarrollo donde el crecimiento del PIB no reporte mayores beneficios para la mayoría, ¿No podría ser una idea a incorporar en un contexto futurista neofeudal?