La singularidad, de acuerdo a Ray Kurzweil
El ritmo del progreso tecnológico no tiene una estructura lineal, sino exponencial, por lo que el futuro llegará mucho antes de lo previsto. Este es el argumento que Kurzweil sustenta con sus modelos matemáticos en su libro sobre la singularidad, aquel momento en que la humanidad llegará a un punto de cambios tan drásticos que el humano se separará de sus limitaciones biológicas y podrá "alcanzar su máximo potencial" convergiendo con la máquina, disipando la diferencia entre la realidad normal y la virtual. El avance tecnológico acelerado se puede ver si comparamos cuánto tiempo tomó en crearse el primer computador, cuan grande era, cuánto costaba, cuánto podía almacenar, versus el tiempo que tomó en crear los supercomputadores que tenemos hoy con lo económicos que son, en una progresión exponencial.
Algunas predicciones del libro, escrito en 2005, incluyen que tendremos una inteligencia artificial indistinguible de la humana a fines de la década del 2020, o nanobots que luego interactuarán con neuronas biológicas para modificar la experiencia humana, por ejemplo, guiando el flujo sanguíneo de nuestro cuerpo. O también, el autor anticipa al llamado "Internet de las Cosas", donde según él a fines de la década del 2020, habrían lentes o ropa conectados a la web.
La revolución tecnológica que avizora consta de 3 componentes: Nanotecnología, robótica e Inteligencia Artificial, todos interconectados. Las predicciones más aventuradas del autor están para la década del 2030 y posterior, donde se relata acerca de conquistar otros planetas con nanobotecnología o Inteligencias Artificiales capaces de superar en todo al ser humano, para quienes el no morir pueda ser una opción.
Simbiosis humana-robot
Un aspecto interesante es cómo el autor observa un continuo en la evolución a partir de, por ejemplo, las teorías de Stephen Wolfram, quien utiliza un modelo matemático llamado "automatización celular", para describir todos los procesos del mundo natural. Así, por ejemplo, la forma en que una neurona acumula información, sería equivalente a como lo hace un microprocesador. De esta forma, el progreso es medido en base a la eficiencia y capacidad de un sistema de administrar eficientemente datos.
En el libro permanentemente se deconstruye las distancias entre lo humano y lo robótico, Kurzweil escribe: “Algunos observadores se refieren al período de la post-singularidad como post-humano (…) Sin embargo, para mi ser humano significa ser parte de una civilización que extiende sus límites. Ya estamos llegando más allá de nuestra biología con las herramientas para reprogramarla y mejorarla. Si consideramos humanos modificados con tecnología como no humanos, donde está la línea definitoria? Es un humano con un corazón biónico todavía humano? Que tal alguien con un implante neurológico? Que tal alguien con 10 nanobots en su cerebro?” (Kurzweil, 2005, p. 167)
Una discusión filosófica muy interesante se da cuando el autor rebate la objeción conocida como la “habitación china” sobre la capacidad de los robots de ser inteligentes. Esta objeción reza que si una persona está en una habitación con cuadros que le permiten responder cualquier pregunta en chino, en la apariencia él puede hablar chino pues está respondiendo, pero al estar solo reproduciendo lo que ve, realmente no “entiende” chino. De la misma forma, las máquinas solo reproducen, no “entienden” lo que reproducen. Kurzweil responde que el entendimiento de una persona/máquina sobre algo, está contenido en alguna forma en los patrones para poder reproducirlo, sino no podría hacerlo. En esos patrones está la inteligencia.
Cabe preguntarse si las corrientes progresistas actuales, como los transgéneros o transespecie, son algún tipo de anticipo de la humanidad de prepararse a transcender su biología con tecnología. O quizás son simplemente un callejón sin salida evolutivo, dadas las altas tasas de suicidio de esos subgrupos.
El futuro
Buena parte del libro eso sí, es destinado a explicar con modelos matemáticos acerca de porqué el autor tiene la razón.
La visión de Kurzweil bien podría considerarse como absolutista de libre mercado, pues considera que las inversiones capitalistas ya están en marcha avanzando la tecnología en un proceso que ningún control gubernamental podrá jamás detener. Si suena sombrío es porque en parte lo es: Los modelos que el autor nos muestra evidencian que ni las guerras, ni las crisis económicas han detenido el progreso en aceleración hacia la inutilidad de ser humano como lo conocemos.
El autor en todo caso se equivocó rotundamente cuando expuso en 2005 que un mundo nuevo totalitario es improbable dadas las nuevas tecnologías de comunicación descentralizadas (internet y celulares) y su “fuerza democratizadora” (Kurzweil, 2005, p. 295). Sin duda no pudo anticipar la corrupción de las grandes corporaciones de redes sociales como Twitter o Facebook, que han colaborado con el Gobierno de Estados Unidos para incrementar su control y vigilancia sobre la población. Cabría preguntarse si sigue opinando igual.
Si en definitiva las predicciones en el libro descritas son verdad, quedan pocos años antes que nos azote un nihilismo cultural brutal, donde las personas, ya sin necesidad de trabajar, verán difícil encontrar un propósito en la vida que los impulse a hacer más cosas, ya que las máquinas harán todo por ellas. La igualdad transhumanista consistirá en serlo todo y a la vez ser nada.